12/10/2008

Viaje al Paraíso

Ya cansado de que todo me cueste y nada valga, renuncié a la propiedad privada, me abracé del porvenir que me dió lo inexplorado y partí a las lejanas llanuras de la libertad.

Me sentí increiblemente dichoso al saber que todo aquello que había dejado atrás no tenía ningún valor, tan sólo un precio.

Al cabo de un tiempo olvidé lo cambiantes que son los mercados, la ira y la avaricia del hombre, lo desafiante que es para la vida el progreso humano. Encontré en aquella tierra de paz la abundancia que siempre quise tener, ya nunca me faltó nada para vivir. Sentía que todo cuanto necesitaba se encontraba dentro de mí. La ansiedad que me dió el tener se había ido. No faltaba una sonrisa en mis amaneceres.

Entonces me dí cuenta de algo: en esa tierra donde no tiene sentido el tiempo, donde el sol brilla pero no quema, donde la lluvia cae con el fin explícito de acariciar el rostro, no había presencia de ser humano alguno además de mí.

No había con quien compartir la dicha de vivir plenamente en un lugar tan maravilloso. Por un tiempo no hice caso, pretendí no adentrarme en esa oscura realidad que me perseguía y que ya se encontraba a mi lado.

Una noche me eché entre la hierba a pensar como sería aquel lugar lleno de personas con quienes conversar. Cómo sería escuchar la voz de alguién llamandomé a acompañarle. Cúal sería la mujer que tendría mi amor en aquel aire que soplaba libre de conflictos... Entonces la oí... La alarma de mi despertador me traí de vuelta, donde estaban todos aquellos que dejé un día.

La mañana que volví me hice la promesa de que no volvería solo allí...